Miles de organizaciones, instituciones y personas alrededor del mundo alzan la voz cada 25 de noviembre para visibilizar la violencia en contra de mujeres y niñas, la cual continúa siendo una de las violaciones de derechos humanos más generalizadas, persistentes y devastadoras.
Desde UNICEF, nos unimos a este llamado que más allá de la conmemoración, busca dar visibilidad a este problema y promover justicia para las mujeres y niñas sobrevivientes de violencia que aún en pleno 2020 siguen sin poder denunciar debido a diferentes obstáculos como son la impunidad, la falta de acceso a servicios o el miedo a ser estigmatizadas y revictimizadas. Asimismo, es importante que todas las personas seamos conscientes de las causas y consecuencias de la violencia en contra de la mujer para poder prevenirla y erradicarla.
El origen del #25N
La convocatoria inició en el marco de la conmemoración del asesinato de tres mujeres en República Dominicana como represión a la lucha por sus derechos. En 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 48/104 para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y en 1999 reivindico esta fecha proclamando el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
¿Por qué hablamos de violencia en contra de mujeres y no de violencia en general?
Entendemos la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.”[1] Las formas más comunes en las que se manifiesta son la violencia sexual y el acoso, la trata de personas, violencia por parte de pareja intima, violencia intrafamiliar , matrimonio infantil, mutilación genital y el feminicidio. Si bien hombres y niños también pueden sufrir este tipo de violencia, las mujeres y niñas en todo el mundo la sufren de manera desproporcionada. En otras palabras, mujeres y niñas por el solo hecho de serlo, corren mucho más riesgo de enfrentarse a estas violencias. A pesar de todos los avances en las legislaciones para tipificar y penalizar estos actos en muchos países, la violencia contra mujeres y niñas continúa siendo minimizada, descalificada e incluso invisibilizada por las sociedades.
La violencia pudo haberse visto potenciada por la pandemia #COVID-19. Las medidas prevención del virus, sitúan a las mujeres, las adolescentes y niñas en un mayor riesgo de contagio del virus al igual que aumenta su riesgo a sufrir alguna forma de violencia. Otra de las características de la violencia en contra de mujeres es que frecuentemente el agresor es una persona cercana. Datos globales de Naciones Unidas, encontraron que en 2017 una de cada 2 de mujeres asesinadas fue asesinada por su compañero sentimental o un miembro de su familia. En el caso de los hombres, estas circunstancias únicamente se dieron en uno de cada 20 hombres asesinados.[2]
Es probable que los números reales sean más altos si contáramos los casos no reportados. Sin embargo, los feminicidios y las sobrevivientes que reportan daños físicos muestran solo la punta de iceberg. Muchas mujeres y niñas sufren a diario de actos que no dejan evidencia visible, pero causan consecuencias adversas a su salud mental, vida y desarrollo, como es el caso de la violencia psicológica.
La violencia en contra de mujeres y niñas tiene una fuerte raíz cultural y social. Es responsabilidad del estado, las familias y la sociedad el frenar patrones que fomentan este fenómeno y actuar cuando tengamos conocimiento de algún caso de violencia.
Ningún país puede avanzar sin igualdad y la violencia en contra de mujeres y niñas continúa siendo un obstáculo para el desarrollo y el bienestar de la niñez venezolana.
Fuente: UNICEF Venezuela
Para más información: https://www.unicef.org/venezuela/no-es-broma-es-violencia-hablemos-de-frente